domingo, 26 de julio de 2015

El Partenón alemán y la bruja-política

¿El Partenón griego a orillas del Danubio?
Llevamos un rato pedaleando, disfrutando de nuestra aventura y del paisaje. Rodamos entretenidos en la charla y divagamos sobre todo lo que se ha escrito acerca de las aguas del Danubio. Al levantar la vista nos sorprende un perfil engañoso que destaca en lo alto de una colina cercana en medio de la vegetación. ¿Dónde estamos? El mármol blanco, las columnas dóricas, el frontón y las esculturas de aquel monumento majestuoso nos hacen ver un templo griego de la época clásica en la cima de la montaña, incluso nos aturdimos al pensar que podríamos estar ante el mismísimo Partenón.

Pero no puede ser, no nos han transportado fuerzas ocultas, no hay telequinesia, no estamos en Atenas. Hace apenas diez kilómetros que hemos salido de Regensburg, hemos atravesado el Nibelungenbrücke (El puente de los nibelungos) y encarado la Walhalla Allee para tomar la señalizada Ruta del Barroco hasta llegar a Donaustauf, que acabamos de dejar atrás. No nos hemos equivocado, estamos en Alemania. El templo dórico que domina el Danubio no es el Partenón, es el Walhalla, otro capricho helénico de Luis I de Baviera que de vuelta de su viaje a Atenas volvió a Alemania enamorado de la arquitectura griega. 

Detalle del frontón
Desde muy joven, Luis I de Baviera había demostrado un gran interés por todo lo relacionado con las artes. Se dedicó a viajar por buena parte de Italia y de Francia para admirar las creaciones de los artistas de su tiempo y de épocas anteriores. En Francia quedó prendado de la belleza del Panteón de Soufflot, destinado a homenajear a los franceses ilustres. Desde ese momento se empeñó en construir algo similar en Alemania que glorificase a los germanos ilustres, que por aquel entonces incluiría personalidades de las regiones de Sajonia, Lombardía, Holanda y a otras figuras de habla alemana. La decisión de Luis I de Baviera de inspirarse en el modelo griego para materializar su sueño no se amparaba en razones de tipo estético exclusivamente, sino más bien en razones políticas e ideológicas.  Grecia había estado formada por una serie de polis independientes con un espíritu e identidad común a modo de nación y el rey bávaro consideraba que algo similar ocurría con los estados alemanes.

Beethoven
Walhalla se construyó entre 1830 y 1842 y en el monumento se rinde homenaje a los personajes más célebres de la historia germana. Entre los 161 bustos famosos se pueden ver los de Copérnico, Beethoven, Brahms, Bach, Federico II el Grande, Durero, Einstein, Erasmo de Rotterdam, Kant, Kepler, Lutero, Mendel, Strauss, Maximiliano I y el mismo Luis I de Baviera.

Walhalla es una palabra que procede de la mitología escandinava. Se trata del nombre del palacio de Odín, el rey del trueno y la guerra. Según la leyenda, era algo así como el paraíso o lugar al que iban todos aquellos héroes que morían durante la batalla.

El resto de los 53 kilómetros que teníamos que hacer en esta jornada desde Regensburg hasta Straubing los hacemos volando, comentando detalles de este caprichoso Walhalla y de su no menos caprichoso promotor.

Straubing es una pequeña ciudad famosa por sus iglesias, por sus casas barrocas y por realizar la segunda celebración folclórica más importante en Baviera, conocida como Gäubodenvolksfest, que se lleva a cabo en agosto. Entre los lugares de interés está la torre de la ciudad gótica y las dos iglesias de San Jacobo y del Santo Espíritu y la iglesia del monasterio de las Carmelitas.

Agnes Bernauer
Además del paso de los celtas, los romanos y los bávaros por la ciudad, las calles de Straubing parecen recordar la enigmática historia de Agnes Bernauer, la hija de un cirujano pobre de Augsburgo, de quien se enamoró perdidamente Alberto de Baviera y con la que incluso parece que llegó a casarse en secreto a pesar de las amenazas de su padre, empeñado en emparejarlo con la princesa Ana de Brunswick. Alberto se negó a hacerlo y reconoció públicamente a la hermosa Agnes como esposa. A partir de aquí no está muy documentada la trágica historia y hay diferentes versiones de lo que pasó. Lo cierto es que en 1435, durante un viaje de Alberto, Agnes apareció ahogada en el Danubio. Parece ser que el padre de Alberto, el duque Ernesto, tuvo bastante que ver en el asunto. Después corrió el rumor de que era una bruja y que la habían arrojado al Danubio por hechicera, aunque también hay quien quiere intercalar en el fatal desenlace la actividad política de la mujer. Se dice que hubo una reunión secreta en Kelheim en la que se decidió que debía ser eliminada por conveniencia política. Al final, Alberto se casó con la princesa Ana y su padre levantó en el cementerio de St. Peter un mausoleo en memoria de la víctima.

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