Hacer rutas en bici es algo gratificante, una experiencia que deja huella, una práctica que crea adicción y altamente recomendable por muchas razones que van desde las puramente ecológicas hasta las terapéuticas o las emocionales. El cicloturismo proporciona una sensación de independencia difícil de igualar y se puede convertir en poco tiempo en una de las formas idóneas de viajar. Cuerpo y ánimo concluyen seriamente reforzados tras una práctica de este tipo.
Un viaje como el que vamos a hacer en el verano nos puede servir para darnos cuenta de que no necesitamos grandes cosas para disfrutar y de lo sencillamente cerca que estamos de la libertad cuando viajamos ligeros de equipaje. A pedaladas sobre la bici aprendemos que hay pocas cosas realmente indispensables y que nuestros abuelos tenían razón cuando decían que todo aquello que se compra con dinero es barato. Las cosas realmente importantes no tienen precio.
Seguramente haya poco lugares más apropiados para iniciarse en unas vacaciones en bicicleta que el que hemos elegido para esta aventura veraniega. El llamado Donauradweg, el carril-bici del Danubio discurre en paralelo al gran río centroeuropeo desde su nacimiento en Donaueschigen (Alemania) hasta Viena, la capital de Austria. El tramo alemán, que es el que nosotros haremos en julio-agosto, desde el nacimiento hasta la frontera de Passau, tiene alrededor de 600 kilómetros.
Este carril-bici alemán es uno de los más codiciados por los cicloturistas, discurre entre paisajes de gran encanto natural y con un trazado en su gran mayoría alejado del tráfico rodado. Una de las características del recorrido que le hacen apto para todo tipo de públicos es que resulta muy cómodo, es ligero, no tiene apenas desniveles y algo que le hace entretenido es que aprovecha cualquier disculpa, ya sea una esclusa o un transbordador, para romper la monotonía pasando de una a otra orilla del río.
Posiblemente para todos los que se inician en esta aventura del ciclismo con alforjas, lo mejor del Donauradweg, al margen del paisaje por el que atraviesa y las bucólicas localidades que encuentra en el camino, sea la enorme cantidad de servicios que tiene para los cicloturistas. Como quiera que la ruta se ha convertido en objetivo importante para muchos aficionados a las dos ruedas de toda Europa, en ella abundan los talleres de reparación, las casas rurales para dormir, las zonas de descanso, hay una señalización exclusiva para ciclistas, oficinas de turismo a lo largo de todo el recorrido y un tren, el Rad Tramper, con vagón de carga para bicis, que hace todos los días el recorrido en los dos sentidos, muy útil para planificar la salida y la llegada del recorrido pero también para solucionar un posible abandono o una retirada inevitable ante un imprevisto desde cualquiera de los pueblos intermedios del trayecto.
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